jueves, 25 de noviembre de 2010

Huevo para el perro.

Le dije que no le diera más huevo al perro, sin embargo ella insistía en darle, desde hacía dos días, en cada oportunidad de comida, huevo. Esa mañana, como casi todas las mañanas, desperté con resaca, los lengüetazos del perro en mi cara, sabían y olían a huevo. Mis facultades no fueron suficientes para impedir que el perro se diera gusto con el sabor de mi barba. Cuando no hubo más opción que levantarme, me le acerqué mientras decoraba su rostro frente al espejo y, girandola de manera brusca y torpe hacia mi, la besé. "Sabes a huevo" fue su respuesta a mi arrebato de romanticismo. "Es tu culpa, deja de darle huevo al perro".

No hay comentarios:

Publicar un comentario