domingo, 31 de octubre de 2010

El asiento trasero.

Estoy sentado en el asiento trasero del auto, es una tarde normal de un día normal, veo como fondo los postes pasar en un  permanente deja vú, que solo es interrumpido por el paso en el horizonte de alguna montaña.
Me gustan estos autos viejos, aunque son mas ruidosos, ciertamente son mucho más espaciosos en sus asientos traseros. Ni siquiera he prestado atención a quién es el encargado de conducir en esta ocasión, solo sé que yo fui el último y que estaba cansado, por eso pedí cambiarme al asiento de atrás, porque quería recostarme un momento y también porque esperaba que tu también te quedaras en el asiento de atrás y pudiéramos observarnos un poco más.
Desde que subiste al auto e intentado plantar mi mirada sobre ti, pero no es tan sencillo cuando uno tiene la obligación de fijarla en el camino y en los instrumentos detrás del volante. No obstante, aquí, en el asiento trasero contigo, puedo fijar sin problemas, la mirada todo el tiempo sobre ti.
Estas recargada en la puerta, con las piernas estiradas sobre el asiento, puedo ver tus pies desnudos, a mi también me encanta estar descalzo, ¿será que mis pies se sienten presos dentro de cualquier par de zapatos? ¿O será que me gusta verlos y poder mover libremente mis dedos? No lo sé, lo que si sé es que en cuanto subí al auto, he quedado descalzo, lamentablemente, mis pies se ven intimidados por la belleza de los tuyos pero bueno, que se le va a hacer, es obvio que los pies de mujer son mucho mas bellos y delicados que mis defectuosas extremidades.
No importa porqué, pero has sonreído al verme descalzo y sin decir una palabra has recogido tus pies, que ocupaban más allá de la mitad que legalmente es considerada ahora mía, como haciendo una invitación a que, al igual que tú, me recargue en la puerta y me ponga en la misma posición que tienes.
Poco a poco voy acercando mis pies hacia los tuyos, llego a la frontera imaginaria que existe justo a la mitad del asiento y demarcada por las costuras sobre la tapicería de piel. Tú, atentamente observas mis movimientos y justo en el momento en el que cruzo la línea divisoria, tu cara refleja una actitud de asombro ofendido y, esbozando una sonrisa, acercas violentamente tus pies hacia los míos intentando que emprenda la retirada de tu territorio hacia la mitad que por derecho me pertenece, no lo hago, he decidido conquistar tu mitad. Puede ser que tus pies sean más bellos y que tengas un par de piernas que me  distraen pero ciertamente mis pies son más fuertes que los tuyos.
Comenzamos los preparativos para la batalla colocando las plantas de nuestros pies una contra la otra, tu pie izquierdo contra mi pie derecho, mi pie derecho contra tu pie izquierdo. Tus pantalones cortos de pronto me dejan ver tu ropa interior y me quedo paralizado, siento un piquete justo un centímetro debajo del ombligo, creo que es para que ponga atención en la prenda que tu posición ha develado, en toda tu inocencia aprovechas que me he quedado atónito y me atacas  empujando mis pies al interior de mi territorio, devuelvo el ataque de igual manera, sin embargo puedo notar cómo, el apoyarte en la puerta del auto te ayuda, así que hago lo mismo.
Puedo ver como la tarde normal y el constante deja vú de los postes, ahora se han transformado en un atardecer muy particular, entre la lucha contigo y las miradas que cruzamos, me doy tiempo para observar las miles de tonalidades rosas que el cielo despliega, ¡y yo que creí que el cielo era azul! ¿O será que tú cambias el color de las cosas?
Me encanta ver tu sonrisa, lo que más me gusta de todo esto es pensar que tan solo hemos cruzado un par de palabras,  nuestros nombres acompañados de sonrisas y saludos.
Tú sigues aventando mis pies con los tuyos  y yo apoyándome en la puerta detengo tu avance y gano un poco del territorio perdido. He conseguido llegar a la costura fronteriza, de pronto, un fuerte ruido en el exterior hace que todo el auto se cimbre, al parecer quien conduce ha metido una llanta en un bache, todo sucede en un segundo, volteo hacia a ti, veo tu sonrisa desvanecerse y siento como me quedo sin apoyo, la puerta en la que estaba recargado se ha abierto, tus pies ahora me empujan hacia el pavimento caliente, ojala que todos pudieran saber que lo último que veo es ese cielo con miles de tonos rosados, con las nubes con ese aspecto de algodón, lo último que escucho son tus gritos que ahora suceden a tus risas inocentes, que se han vuelto eternas para mi, lo último que siento es tu mano intentando tomar mi pie, todo pasa tan rápido que no me da mucho tiempo para pensar en mi vida ¿será que he vivido lo suficiente como para vivirlo todo? Veo por última vez esos tonos rosados y después, nada.

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