domingo, 31 de octubre de 2010

La operación.

Desde que estoy aquí he aprendido a escuchar, me he educado para callar y mejor oír, para escuchar y dejar de escuchar, para no oír lo que no quiero y recordar lo que he escuchado y, espero, algún día me sirva. En estos, entre veinticinco y veintinueve días que llevo aquí encerrado, incluso he aprendido a escuchar el día y la noche. En los primeros días, la oscuridad me confundía, me quedaba dormido cuando estaba oscuro y, al despertar, la negrura aún reinaba. Por eso es que no se si son veinticinco o veintinueve, esos primeros días son los que siembran la duda. Al principio, escuchaba un grupo de voces, música, pisadas que se acercaban, pisadas que se alejaban, objetos que se golpeaban con otros objetos, que se colocaban en el suelo, que se caían. Hoy sé que son cuatro personas, tres hombres y una mujer, lo sé porque el piso sobre mi cabeza cruje distinto cuando cada uno de ellos pasa por aquí. A la mujer la identifiqué por los tacones que usó una vez, primero pensé que era otro tipo muy delgado pero no, es una chica que usa tacones, es muy callada, solo afirma o niega con sonidos, no siempre está aquí, de hecho casi nunca está, solamente ha venido un par de veces. Aquí abajo huele tanto a mierda, a mis desechos, que mi olfato está destrozado, a veces, no sé si en sueños o despierto, recuerdo su perfume y siento que lo percibo, lo identifico entre este olor nauseabundo. Ya sólo me queda el oído. Recuerdo que hace cuatro días la chica se quedo a solas con uno de los tipos, el intentó ser amable con ella, después de que él normalmente es un patán, eso me hizo pensar que ella debe tener mayor rango que él en la “operación”, como ellos llaman a tenerme aquí. Ahora, he conseguido aislar las conversaciones de la música que siempre toca su radio, creo que el día que lo logré fue la primera vez que sonreí desde que estoy aquí abajo, la radio a veces me revela la hora del día, pero no la fecha, así que prefiero ignorarla, los sonidos del día y la noche me ayudan más a distinguir en que momento vivo. Sobre los tres tipos, considero que son muy descuidados para el trabajo que realizan, hablan de más, ella en cambio es callada, ella sabe cuidarse, aunque debo concederles a los otros tres que fueron muy imaginativos con la buhardilla que se han construido aquí para tenerme, es completamente oscura, no hay un solo hueco que deje entrar un poco de luz, aunque de poco serviría con esta venda sobre los ojos, solamente pude estar sin ella unas horas y pude palpar las paredes, no encontré nada, cuando entraron a revisarme y vieron que me había quitado sus vendajes me propinaron una golpiza, les agradezco que hayan bajado con pasamontañas pues de haberles visto la cara no me habrían dejado vivir, no me la he vuelto a quitar. Creo que cuando salga, mis ojos habrán pasado tanto tiempo cerrados que no volveré a ver. Utilicé mi oído y el sentido común, casi sin usar debo admitirlo, ahora puedo identificar casi todos los objetos, por ejemplo, los envases vacíos de vidrio, como chillan desde la bolsa en la que cada noche uno de los tres hombres, el de menor rango y menor peso también, los recoge una vez que los otros están borrachos y van a dormir, eso es cerca, tal vez unos cinco metros. Más tarde identifico el rechinar de los resortes desgastados de los colchones en los que reposan, eso es más lejos y más arriba, en un segundo piso tal vez, siempre uno queda cerca, ve la televisión, ese es mi mayor reto, la televisión, su sonido es bajo y muy lejano, por más que aplico el oído no lo logro. También he identificado otras cosas, por ejemplo una vez identifiqué una pistola, uno de los tres cortó cartucho, temí que fuera el fin pero después de un silencio, colocó la pistola sobre la mesa, como a ocho metros. El sonido del silencio es el más aterrador, siempre precede algo, a veces una carcajada sonora de todo el grupo, a veces un grito de alguien que no pertenece a su banda, uno como yo, pero con menos suerte, estoy seguro que hay otros como yo en esta casa, pero no escucho más que sus débiles ronquidos a veces por la tarde, tal vez ellos no escuchen tan bien como yo y por eso no saben dormir por la noche y permanecer despiertos durante el día, solo uno ronca, nadie más duerme bien, nadie más hace sonidos, el silencio es la garantía de seguir con vida, aunque a veces pienso que pasar demasiado tiempo callado puede hacer que se les olvide que me tienen aquí. A veces me gustaría platicar con alguien, con uno de los otros, es probable que tengamos conocidos en común, o es probable que podamos ir a pescar, tal vez a el le guste la pesca tanto como a mi. Y de nuevo, en el profundo silencio de la noche, escucho una puerta abrirse, escucho los tacones de la chica y, entre la mierda, de nuevo el perfume, su perfume entre el olor a mierda, y su voz, los pasos apresurados de los dos que duermen y el otro que ya está con la chica, ¿su voz? Su voz que dice que ya pagaron, su voz que ahora ordena que me maten, es ella, siempre fue ella, entre la mierda.

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